martes, 8 de diciembre de 2009

Ciruelas y Abrazos


He estado con un libro en mano estos días, un libro que he leído ya unas tres veces, es de un escritor periodista, llamado Philips Yancey, el libro se llama “Sobreviviente” A pesar de todo mi fe sobrevive. En el libro va hablando de varios personajes distintos entre sí; en época, situación y oficios, pero, con un mensaje en conjunto. Vivir o morir, pero habiendo tratado de encontrar el sentido vital de las cosas.

Henri Nouven, holandés, fue un sacerdote y profesor universitario, tuvo gran afinidad hacia los cuadros de sus compatriotas, Rembrant y Van Gogh. De Rembrarnt en especial su cuadro “El regreso del hijo pródigo” El que más tarde en una visita a Rusia, tuvo la oportunidad de ver el original, que estaba en el museo Hermitage de San Peterburgo. En dos ocasiones entró y se sentó frente a la obra en gran tamaño para observar sus detalles, y reflexionar ante aquella pintura, con un tema que daba vueltas en su cabeza y corazón. Muchas veces se sintió identificado con el hijo mayor de la historia, obediente, responsable, más no deseaba otra cosa que ocupar el lugar del harapiento hijo arrodillado delante del padre, sentirse bañado por la luz dorada, sentir el tierno peso de las manos del padre sobre sus hombros. No deseaba otra cosa que regresar a casa, estuviera donde estuviera.

Se fue un tiempo a Sudamérica, en un momento que se sentía estresado, al borde de un colapso emocional, con una cantidad de trabajos por hacer, con conferencias, libros, y una apretada agenda para cumplir. Ahogando incluso su propia vida espiritual.

En su permanencia en la villa miseria al norte de Lima, Perú, sintió en esta gente de muy pocos recursos, un gran amor expresado, y fue a través de los niños que se arremolinaban a su alrededor riendo, dando volteretas, jugando con el extraño sacerdote que hablaba su idioma como un niño. Más tarde diría que los niños, precisamente, le devolvieron la vida.
Nouven escribió: “Qué poco sabemos acerca del poder del contacto físico” Acababa de visitar un orfanato donde los niños, hambrientos de afecto, se peleaban por el privilegio de tocarlo. “Estos niños solo querían una cosa: que los tocaran, los abrazaran y los acariciaran. Es probable que la mayoría de los adultos tenga las mismas necesidades, pero ya no tienen la inocencia ni la naturalidad para expresarlas. Algunas veces veo la humanidad como un mar de gente hambrienta de afecto, de ternura, de cuidado, de amor, de aceptación, de perdón y de amabilidad. Todos parecen gritar:
“Por favor, ámenme”

Hace unos días atrás, mientras visitaba el colegio de mis hijos, se me acercó una niñita de ojos grandes, negros, preciosos. Se paró frente a mí y me tocó el brazo para llamar aún más mi atención. La miré sonriendo, pero con curiosidad, y ella tendió su mano y me entregó una ciruela, pequeña, dura, y medio maltratada. La tomé y le dije un gran Gracias, luego ella se alejo. Estuve todo el tiempo restante buscándola con mi mirada, mientras sostenía lo que para mí se había constituido en un tesoro de grandes proporciones; no era la ciruela en sí, era el gesto de ella, que sin conocerme quiso darme algo, solamente por darlo. Me pregunté todo el rato, por qué no la abracé, por qué no le di un gran beso, tal como todo mi ser pidió hacer y me contuve. Reconozco que las palabras de Nouven son ciertas, cuando llegamos a la adultez somos menos espontáneos y nos cuestionamos demasiado el dar y recibir afectos. Hasta hoy me arrepiento de no haber demostrado todo lo que ella me hizo sentir en felicidad con su gesto dulce. Tengo aún guardada mi “ciruela tesoro”, y le he contado a quien he podido de este hecho. Tengo su mirada en mí, y su mano tendida.

Tengo mi corazón apretado aún, por no haber completado la escena con un abrazo. Me queda la sensación de deuda, espero un día volver a verla, si no es así, creo que no dejaré que se me escape otra oportunidad para dar un abrazo a quien lo necesite, y dejarme abrazar, porque yo también, lo necesito.

Anouna

7 comentarios:

KUBAN dijo...

Anouna, tienes un gran corazón, no tengo dudas de eso. Gracias por tu visita y tus palabras. Recibe un fuerte abrazo.

Luis Arturo Cerón dijo...

Como no emocionarse al ver tanta sensibilidad en ti, además el libro que mencionas es muy, pero muy bueno.

La vida siempre da oportunidades, ya podrás entregar los abrazos pendientes, los besos adeudados, la sonrisa que no se alcanzó a dibujar.

Un Abrazo

Gaspar

Manolo Jiménez dijo...

Sin duda una de las cosas que perdemos al llegar "a mayores" es la espontaneidad a la hora de demostrar los afectos.

Deberíamos ser lo suficiente maduros como para darnos cuenta que los abrazos, las sonrisas, las caricias son necesarias para todos. ¿Quién no necesita que le demuestren afecto?

Abrazos :-)

Anouna dijo...

KUBAN: Querido Poeta, que alegría verte aquí nuevamente, vuelve siempre Si???
El corazón que tengo venía junto con este cuerpo que me dieron, no tengo merito alguno, pero te agradezco igual.

Un gran abrazo amigo mío, es todo un agrado visitarte, leerte y comentar tus geniales poemas.

Anouna

Anouna dijo...

GASPAR II: Tengo hartos pendientes y adeudados, ya quiero pagar todo lo que debo. Tus palabras me llegan. Que bueno que compartas conmigo la aventura de las historias.

Miles de abrazos, y más.

Anouna

Anouna dijo...

MANOLO: ¿Cierto? Lo mismo pienso.
Que importante lo que dices, "lo suficiente maduros" Es que a medida que crecemos en años, vamos perdiendo la madurez que teníamos cuando niños???? Espero que la retomemos, creo que cuando ancianos, se vuelve a ser maduro y sabio nuevamente.

Un abrazo enorme, vuelve siempre.

Anouna

MAJECARMU dijo...

Seguro que vuelves a verla y la abrazarás,Anouna.

Soy tu seguidora nº9 ,es el múmero que más me gusta..

Mucha suerte con el blog y ánimo,amiga.

M.Jesús