sábado, 30 de enero de 2010

Simple Día



El día nuevamente promete ser caluroso. No hay planes para hoy, la verdad nunca hay reales planes, cuando se ha decidido sorprenderse con el día a día, a veces se hacen buenos y otras se hacen malos. Pero, siempre me ha gustado lo espontáneo, así que, una vez más, quiero ser sorprendida y sorprender.

Cuando la tarde bordea ya los 35º comienzan a surgir ideas. No saldremos lejos, no iremos a la playa, no este día, no iremos muy allá porque simplemente el sol nos aplasta con su calor. Entonces mientras estamos sentados sorbiendo un café (sí, eso no se discute ni aplaza, puede hacer un calor horrible, pero el café acompaña, no sé, cosas que no se pueden dejar de hacer). Estamos ahí, cada uno con su cuaderno y lápiz, a ratos conversamos. Te miro, y ya notaste que quiero decir algo. Sí, tengo una idea rondando y rondando. Así que te digo: ¿Que te parece si tomamos un par de mantas, y no vamos a sentar bajo los árboles del parque? Llevamos nuestros cuadernos, lápices, un libro, no sé, lo que necesitemos para estar un tiempo fuera y relajados. (No hemos ido a recostarnos sobre el césped, hace mucho tiempo, quizá años?). Me dices: Vamos! Y me salta de inmediato una sonrisa grande de esas que te aparecen, cuando piensas que irás al mejor de los lugares.

Así que busqué rápidamente, las mantas, y todo lo demás. Nos despedimos de los que quedaban en casa, como si nos fuéramos al Himalaya. Caminamos, media cuadra desde casa y ya nuestro destino estaba ante nuestros ojos, que emoción!!!! El Parque!! Cruzamos la calle y ya estábamos ahí; ahora lo que quedaba era buscar un buen lugar para sentarse, mejor si hay un gran árbol, el sol es intenso. Primer obstáculo, andan los jardineros municipales regando. Cómo???!!! El césped está mojado, en varias partes. Caminamos y caminamos buscando ese lugar que permitiera nuestras mantas reposar. Y de pronto, ahí estaba, un gran árbol dando una sombra exquisita, ahí a unos pasos, se había formado una pequeñita lagunita, para los pájaros, se sentían risas de niños, había un día totalmente relajado en ese lugar.

Pusimos nuestras mantas sobre el pasto, pusimos los elementos que llevamos, y nos acostamos sobre las mantas. El viento suave que hacía el árbol, el sonido de las hojas, y el frescor que produjo mirar el agua. Se hizo delicioso el momento tan lleno de simpleza, que fue grande, muy grande.

Poco a poco nos rodearon unos perros, (cuatro) esos perros que viven en el parque, que un día fueron de alguien y ahora son de todos, y que buscan un dueño o dueños, al menos por un instante. Se sentaron a nuestro lado, nos miraban curiosos. Si alguien de pronto corría cerca de nosotros uno de ellos se levantaba para corretearlos, eso nos hizo mucha gracia, un gesto que no se olvidará. También cantaba con todas sus ganas un Zorzal, luego, sin más, totalmente dueño también del lugar, bajó muy cerca nuestro, directo a esa lagunita que se había hecho. Se metió en medio del charquito, y comenzó a merendar, almorzar, cenar, no sé!!!! No tengo idea de los horarios de comida de pájaros, pero ahí estaba, comiendo lombrices, unas largas lombrices que veíamos que tironeaba entre el agua y la tierra. Abrí unos ojos sorprendida, este pajarito no dio un tremendo espectáculo, verlo tomar su comida fue algo inmensamente bello.

Un poco más allá un grupo de adolescentes sentados en un círculo jugando, deben haber sido unos 15. En otro lugar también cerquita, un grupo de párvulos, con sus cuidadoras, felices los niños, curiosos por querer ir directo a la lagunita, objetivo? Meter los pies al agua. Fueron sacados rápidamente.

Nosotros conversamos, conversamos y conversamos. Nos reímos, miramos, nos hicimos confidencias de añooooss! Y disfrutamos ese momento no planificado, tan simple, tan llano, sin mayor recurso que una manta en un parque a casi dos pasos de casa. A veces los mejores momentos son aquellos por los cuales simplemente nos dejamos sorprender.

Anouna

miércoles, 13 de enero de 2010

EL MINUTO 59



Una vez escuché una historia, que cuando fue contada, me emocionó tanto, que nunca más la he olvidado.

Contaban de unas ratitas de laboratorio, con las cuales estaban estudiando algunos comportamientos. Pusieron a la Rata número Uno dentro de un recipiente hondo con agua, estaba de tal modo construido que no le permitía tener ninguna posibilidad a la ratita de poder alcanzar una salida, ni menos sujetarse a otras áreas que no fuera estar dentro del agua flotando, o nadando. Pasó algo de tiempo (no más de una hora, algo así, eso no lo recuerdo bien, digamos que fue una hora) Y el cansancio hizo que
perdiera las fuerzas y se ahogara.

Los que estaban haciendo el estudio, tomaron notas de todo, para nuevamente repetir la experiencia. Ahora, con la rata número Dos. La dejaron dentro del estanque en las mismas condiciones de la Uno, la única diferencia que se hizo, fue que apenas un minuto antes del tiempo en que había muerto ahogada la rata primera, es decir, a los 59 minutos, le pusieron a la rata Dos un soporte, una base para descansar; Luego la sacaron, y dieron por terminando el experimento ese día.

Al otro día nuevamente pusieron a la rata número Dos en el estanque, con las mismas condiciones de la rata Uno. Comenzaron a medir los tiempos, y pasaron los minutos; se acercaba el plazo de una hora, (tiempo en el que había muerto ahogada la primera rata) Pero la segunda rata, seguía dando batalla en el agua. Pasaron los minutos nuevamente, y llegó la segunda hora, y ella muy agotada, seguía manteniéndose a flote, hasta que finalmente la sacaron.

Entre todas las teorías entregadas, debido a la increíble diferencia de una rata, a otra en el tiempo de mantenerse a flote y con vida, teniendo las mismas condiciones, salvo por la diferencia, de que la segunda tuvo un soporte donde afirmarse para descansar, y luego poder salir. Se llegó a la conclusión que al colocarle en un momento una base de apoyo para que descansara, ésta rata, en la segunda oportunidad, se quedó flotando,
en la espera que en algún momento le pusieran el soporte para salir de ahí.

La Esperanza, así calificaron la experiencia, esa rata se mantuvo firme en la esperanza, sabiendo que existía una oportunidad para salvarse si alguien le daba un soporte para sobrevivir.Lo dejó grabado en su memoria, cuando le habían dado una base donde sostenerse, eso la mantuvo a flote tanto tiempo. Algo que la primera nunca tuvo, y se abandonó sin tener ese apoyo en su recuerdo.

Cuando escuché esta historia, me causó un impacto tremendo. Estaba viviendo un tiempo difícil, y mis fuerzas estaban llegando a la Hora de mi tiempo, Estaba con ese desánimo que produce querer abandonarse, dejarse ir, sin luchar. Fue cuando escuché la historia, fue como si me tiraran un salvavidas en el minuto 59, y desde esa vez es que me mantengo a flote, pues ya sé, que si estoy en medio de las aguas, dentro de algún estanque de la vida, tengo en mi memoria el recuerdo de un apoyo, un soporte, que me pueda ser lanzado en cualquier minuto; por lo tanto, sigo luchando, sigo nadando, sigo flotando, tratando de mantenerme viva!! Con el pensamiento latente de que en algún momento, desde algún lugar, si llegó a tener alguna dificultad que me mantenga en un pozo de agua profundo, podré asirme a algo y salir para descansar. Siempre estoy viviendo, con la esperanza del minuto 59.

Anouna

martes, 5 de enero de 2010

¿Conversemos un Café?



¿Conversemos un café?

Esta es una frase típica en casa, o con mis amigas. La verdad creo que muchos aplican esta frase, pues, díganme que no hay nada más grato que una buena conversación tomando un rico café. (Bueno, algunos-as preferirán un té u otra cosa, a mí me vale el café Si?)

La verdad el momento se hace doble y se va multiplicando a medida que pasan las horas. Me gusta conversar, me gusta también escuchar. Lamento eso sí que no todos los temas me interesan, y algunos francamente me aburren, por ejemplo “Farándula” “Telenovelas”, por decir algunas, entre otras tantas. Pierdo inmediatamente el interés, no en la persona, pero si en la conversación. Hay veces que se me nota demasiado, pues me quedo en silencio, con el sonido más despreciable que emitimos cuando algo no nos interesa, MMMMMMMMM, Aja! Pero ya me conocen así que tratan de omitir esos temas, en todo caso, si sé que para la otra persona ese es su tema, bueno, escuchar en silencio no hará daño.

Pero se dan momentos tan amenos que apetece una y otra vez buscar el momento de un cafecito, ya sea en casa o en una linda cafetería.

Una de las cosas que hace un café y hablar, es que permite conocernos, acercarnos y animarnos a encontrar los puntos en común. Es un momento relajado, distendido, jovial. Así que nos puede permitir poder decir lo que sentimos, reír, planificar, confesar, resumir, ampliar, tratar, resolver en fin, todo lo que permite el momento.

He tenido maravillosos tiempos de cafés. Recuerdo, una vez que nos pilló una lluvia torrencial a una amiga y a mí, nos refugiamos en un cafecito a la pasada, teníamos el pelo empapado y la ropa también. Pedimos un café, yo generalmente lo pido cortado, y nos trajeron unas inmensas tazas blancas, tan bellas, con un café tan lindo decorado, junto a una galletitas, que el momento se hizo magia. Veíamos la lluvia como pegaba en los ventanales, la gente fuera corriendo o caminando apurados buscando dónde guarecerse, unos iban con las manos sobre la cabeza, varios entraron a nuestro café. Conversamos del mundo entero, de nuestro mundo. Y tuvimos un tiempo increíble en historias y risas. Fue genial. Luego se fue la lluvia se terminó el café y seguimos con nuestro regreso a casa.

Buscar el momento para un café conversado, es una rutina que no nos dejará indiferentes. Pasar un tiempo con las personas, hablar o escuchar, será un momento espectacular.

Entonces…

¿Conversemos un café?


Anouna