
Cuando la tarde bordea ya los 35º comienzan a surgir ideas. No saldremos lejos, no iremos a la playa, no este día, no iremos muy allá porque simplemente el sol nos aplasta con su calor. Entonces mientras estamos sentados sorbiendo un café (sí, eso no se discute ni aplaza, puede hacer un calor horrible, pero el café acompaña, no sé, cosas que no se pueden dejar de hacer). Estamos ahí, cada uno con su cuaderno y lápiz, a ratos conversamos. Te miro, y ya notaste que quiero decir algo. Sí, tengo una idea rondando y rondando. Así que te digo: ¿Que te parece si tomamos un par de mantas, y no vamos a sentar bajo los árboles del parque? Llevamos nuestros cuadernos, lápices, un libro, no sé, lo que necesitemos para estar un tiempo fuera y relajados. (No hemos ido a recostarnos sobre el césped, hace mucho tiempo, quizá años?). Me dices: Vamos! Y me salta de inmediato una sonrisa grande de esas que te aparecen, cuando piensas que irás al mejor de los lugares.
Así que busqué rápidamente, las mantas, y todo lo demás. Nos despedimos de los que quedaban en casa, como si nos fuéramos al Himalaya. Caminamos, media cuadra desde casa y ya nuestro destino estaba ante nuestros ojos, que emoción!!!! El Parque!! Cruzamos la calle y ya estábamos ahí; ahora lo que quedaba era buscar un buen lugar para sentarse, mejor si hay un gran árbol, el sol es intenso. Primer obstáculo, andan los jardineros municipales regando. Cómo???!!! El césped está mojado, en varias partes. Caminamos y caminamos buscando ese lugar que permitiera nuestras mantas reposar. Y de pronto, ahí estaba, un gran árbol dando una sombra exquisita, ahí a unos pasos, se había formado una pequeñita lagunita, para los pájaros, se sentían risas de niños, había un día totalmente relajado en ese lugar.
Pusimos nuestras mantas sobre el pasto, pusimos los elementos que llevamos, y nos acostamos sobre las mantas. El viento suave que hacía el árbol, el sonido de las hojas, y el frescor que produjo mirar el agua. Se hizo delicioso el momento tan lleno de simpleza, que fue grande, muy grande.
Poco a poco nos rodearon unos perros, (cuatro) esos perros que viven en el parque, que un día fueron de alguien y ahora son de todos, y que buscan un dueño o dueños, al menos por un instante. Se sentaron a nuestro lado, nos miraban curiosos. Si alguien de pronto corría cerca de nosotros uno de ellos se levantaba para corretearlos, eso nos hizo mucha gracia, un gesto que no se olvidará. También cantaba con todas sus ganas un Zorzal, luego, sin más, totalmente dueño también del lugar, bajó muy cerca nuestro, directo a esa lagunita que se había hecho. Se metió en medio del charquito, y comenzó a merendar, almorzar, cenar, no sé!!!! No tengo idea de los horarios de comida de pájaros, pero ahí estaba, comiendo lombrices, unas largas lombrices que veíamos que tironeaba entre el agua y la tierra. Abrí unos ojos sorprendida, este pajarito no dio un tremendo espectáculo, verlo tomar su comida fue algo inmensamente bello.
Un poco más allá un grupo de adolescentes sentados en un círculo jugando, deben haber sido unos 15. En otro lugar también cerquita, un grupo de párvulos, con sus cuidadoras, felices los niños, curiosos por querer ir directo a la lagunita, objetivo? Meter los pies al agua. Fueron sacados rápidamente.
Nosotros conversamos, conversamos y conversamos. Nos reímos, miramos, nos hicimos confidencias de añooooss! Y disfrutamos ese momento no planificado, tan simple, tan llano, sin mayor recurso que una manta en un parque a casi dos pasos de casa. A veces los mejores momentos son aquellos por los cuales simplemente nos dejamos sorprender.
Anouna
